En el presente año se conmemora el 50 aniversario de la muerte de Igor Stravinski (1882-1971), el compositor ruso que fue uno de los paladines de la música “de vanguardia” en la primera mitad del siglo XX.

El estreno de La consagración de la primavera en París, en 1913 fue “como una explosión que dispersó de tal modo los elementos del lenguaje musical que fue imposible reunirlos de nuevo”, ha escrito el historiador musical Donald Jay Grout en su Historia de la música occidental.

Antes de La consagración… Stravinski había adquirido una gran fama internacional por su música para los ballets El pájaro de fuego (1910) y Petrushka (1911), ambas por encargo del legendario empresario Sergei Diaghilev cuya visión de la danza transformó el mundo del ballet en las primeras décadas del siglo XX.

La fama y atracción de estas partituras se extendió a los repertorios de las orquestas sinfónicas de todo el mundo, entre ellas la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) que fue la gran difusora de la obra stravinskiana durante su larga vida. Stravinski y Carlos Chávez, director de la OSN mantuvieron una fuerte amistad que facilitó las frecuentes visitas del compositor ruso a México para dirigir la OSN.

Una ojeada al libro 50 años de música en el Palacio de Bellas Artes nos muestra que Stravinski estuvo al frente de la OSN en 7 ocasiones: en 1940, 1941, 1946, 1948, 1952, 1960, y 1961. Dirigió principalmente obras de su creación, desde las más emblemáticas (Pájaro de fuego, Petruchka, La consagración…, Juego de cartas, Divertimento del Beso del hada, Pulcinella) hasta las menos conocidas (Sinfonía en Do, Sinfonía en 3 movimientos, Dos preludios corales, etc.). En sus visitas de los años sesenta, acompañado por Robert Craft, incluyó obras de Alban Berg (Tres fragmentos de Wozzeck) y Anton Webern (Seis piezas para orquesta), cuya música atrajo el interés de Stravinski en su última época creativa.