El trabajo de Sarah Oppenheimer se mueve entre el arte cinético, la instalación, la escultura y la práctica arquitectónica. Conoce más acerca de esta increíble artista.
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Tal como la arquitectura debería ser leída teniendo presente su ámbito, la obra de Sarah Oppenheimer está definitivamente condicionada por el espacio que ocupa, al cual modifica y además complementa. Esta artista americana labora desde exactos sistemas mecanizados, hace esculturas a base de materiales como el aluminio, el acero y el vidrio, y manipula con ellas los sitios donde están. Sarah Oppenheimer lo hace ahora en los muros de prestigiosos centros de arte como el PAMM de Miami.
No obstante, es tan importante la exactitud del sistema que posibilita el baile entre el vidrio y los muros, que el azar no posee cabida. Y, por consiguiente, tampoco son casuales las regiones que pretende cambiar: acudiendo al trazado del propio museo, Oppenheimer dictamina qué pared, columna o tramo de tarima modificará con sus partes.
El resultado artístico ha sido fruto de una meditación alrededor de la orientación del museo, su repartición y los componentes lumínicos y medioambientales. “El inmueble está llevando a cabo gran proporción de actividades de infraestructura que no vemos”, confirma ella, cuyos fines son sacar a la luz dichas ocupaciones y reinterpretarlas por medio de su producción artística.
Todo muestra entonces a que sus innovaciones de arte cinético se hallan a años luz de pertenecer al género escultórico. Sarah Oppenheimer no altera la arquitectura, la lee.
La artista americana Sarah Oppenheimer parte de la interpretación de los planos, sin embargo además de las interrelaciones preestablecidas entre el sitio y sus ocupantes, en esta situación entre el museo y el visitante. De esta forma, las propuestas de carácter cinético ofrecen novedosas normas, que plantean un debate sobre las restricciones táctiles de un centro de arte.
Como en la acción hecha en el Baltimore Museum of Art: la abertura de un hueco entre el segundo y tercer piso del ala contemporánea, con el que conecta 3 superficies del museo. Los planos oblicuos y reflectantes que delimitan el interior de la cavidad propician que, mientras se mueve, el espectador reciba una imagen distinto de estas estancias, de uno mismo y de los demás.
Con los dos planeamientos Sarah Oppenheimer aborda el término de percepción óptica, atendiendo al modo en que vemos los objetos relacionadas con su ámbito y en funcionalidad de nuestro itinerario. A Oppenheimer le atrae evidenciar cómo en aquel tránsito empiezan a ordenarse las cualidades de los propios recursos: peso, tamaño, distancia, situación o textura.