Nada como escuchar las sonatas de Franz Schubert, quien introdujo el romanticismo al esquema musical y fascina a expertos.
Considerado como el introductor del romanticismo musical, Franz Schubert nació en Viena en enero de 1797 y fue un gran compositor de lieder (composiciones breves para voz y piano), así como de música para cámara y orquesta.
El compositor austriaco es uno de los artistas que no vio su fama en vida y tristemente vivió la mayor parte de su historia en escasez económica.
Jamás se casó ni tuvo hijos, pero vivió rodeado de amigos que apreciaban y apoyaban su creación artística. Llevó una vida bohemia, rodeado de intelectuales y fanático de las tabernas y los ambientes populares, lo cual dio nombre a las schubertiadas, nombre que se usó para designar las reuniones en donde los artistas formaban círculos dedicados a la música y la lectura.
Sonatas de Franz Schubert
Aunque durante su vida Schubert trabajó en varias y distintas sonatas, sólo logró completar once. Muchos psicoanalistas posteriores a su época adjudican su supuesta bipolaridad al hecho de que el músico encontrara tan difícil poder completar una empresa, a diferencia de Wagner, por ejemplo.
Al componer sonatas, el vienés intentó imitar el estilo de Beethoven, sin sospechar si quiera que lograría crear nuevas formas de una intensidad emotiva pocas veces antes vista.
A pesar de mantener la estructura clásica de la sonata, Schubert fue completamente disruptivo en su contenido, una curiosa contradicción en sus melodías que raya en la atonalidad y cuyo resultado es misterioso y fascinante.
Si tuviéramos que ejemplificar y mencionar únicamente dos sonatas del vienés para demostrar lo sublime de su obra, tendríamos que optar, en primer lugar, por La Sonata 20, la cual para Schumann corresponde a “la más perfecta de todas, tanto en la forma como en el espíritu”.
Esta pieza lleva como sobrenombre el de Fantasía y si bien por su estructura es por demás ortodoxa, su contenido poético deja entrever el misterio de Schubert en medio del drama y la dosis emocional fuerte.
Como segundo lugar tendríamos que tomar las últimas tres sonatas de Schubert, por su indiscutible unidad orgánica y que deben de ser consideradas como un conjunto: se trata de las tres últimas obras de la Colección D. 958, 959 y 960, que curiosamente guardan un extraño paralelismo entre las tres últimas sinfonías de Mozart, ya que ambos crearon estas obras sin encargo de nadie y bajo los efectos de una arrebatadora inspiración.
El uso del piano en estas piezas de Schubert alcanza una libertad y una belleza sublime.