Rincón Salas

Santiago Rusiñol y la modernidad

Te contamos todo acerca de Santiago Rusiñol y la modernidad.

El macizo del Garraf lleva a cabo de frontera natural entre la zona metropolitana de Barcelona y Sitges, una barrera que permitió a este municipio conservar una interacción flexible con la ciudad más importante condal: bebe de sus influencias, empero respira su propio ritmo. Para ejemplificarlo mejor se debe viajar hasta 1891, una vez que Santiago Rusiñol se encaprichó de este pueblecito marinero y estableció su residencia en una vieja vivienda de pescadores. Aquí montaba fiestas y recepciones a las que no faltaron ni su amigo Ramón Viviendas ni un Pablo Picasso que, por entonces, todavía firmaba como P. Ruiz.

Tanto Rusiñol como sus invitados quedaron prendados de la luz de este sitio y, tras su estela, decenas de artistas llegaron para inspirarse con su huella, instaurando una curiosa costumbre: costear los favores con arte. Por esa razón, no hay hogar sitgetano que hoy no tenga un lienzo original. Toda esta historia y este parentesco se puede gozar en el Museo del Cau Ferrat, la vieja morada de Don Santiago, quien regaló toda su recolección —en la que sorprenden diversos Grecos— a cambio de que su casa se conservara intacta.

A partir de entonces, el goteo de creadores fue incesante, como es la situación de Stämpfli, pintor suizo que fijó ahí su segundo domicilio en los años setenta.

Su conexión no termina aquí, debido a que hace unos años convenció al ayuntamiento para cambiar una de las naves del mercado modernista en la sede de su fundación, donde se presentan tanto gigantes innovaciones de su imaginario pop art hasta obras cedidas por otros coetáneos, como Eduardo Arroyo, Takis o Pierre Tilman. Esta ligazón con la contemporaneidad no se podría terminar sin ir a cualquier persona de las galerías de arte que pueblan el casco antiguo.

Las hay añejas, como Galería Ágora 3, un lugar donde hallar y degustar el arte catalán de los 60 y 70; las que son un anexo al taller del artista, tales como la Galería Fernando Suárez; o las que importan arte extranjero, como Out of Africa. Un caleidoscopio que, como sucedía antaño, convive con la pausa mediterránea de esta urbe.

Artículo originalmente publicado aquí. 

Teresa Gutiérrez

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